En la procesión hacia el altar, se deposita el Niño Jesús en el Nacimiento:
Ya el Niño Jesús en su pesebre dentro de la Catedral Metropolitana de Quito:
En la procesión hacia el altar, se deposita el Niño Jesús en el Nacimiento:
Ya el Niño Jesús en su pesebre dentro de la Catedral Metropolitana de Quito:
LA NAVIDAD EN AMERICA LATINA
La
Nochebuena se celebra en toda América Latina con una cena familiar donde salen
a relucir recetas heredadas por generaciones, que marcan a cada país y que
forman parte de su identidad.
Las
ciudades en América Latina ya se vistieron de fiesta. Sus calles están
adornadas con luces de distintos colores y ornamentos de madera, aluminio,
cartón o vinil -según la tradición de cada país y el presupuesto de sus
Gobiernos- junto con árboles navideños de diferente tipo y tamaño.
El tráfico, a veces caótico, se incrementa en las cercanías de los mercados y centros comerciales. Hay miles de personas, de todas las edades, que lucen gorros de tela roja con bordes blancos mientras buscan el regalo perfecto para sus seres queridos. La expectación aumenta según avanza el calendario.
La gente compra ropa nueva para estrenarla en las fiestas y hace cita en distintos salones de belleza. El tiempo corre. Ya se acerca la Nochebuena y, con ella, la cena en familia. La cena de Navidad latinoamericana cuenta
con elementos en común como el pavo y la carne de cerdo.
La riqueza cultural de América Latina
también se luce en la mesa. La cena de Navidad, quizás uno de los
encuentros más importantes del año para las familias latinoamericanas, cuenta
con elementos en común como el pavo y la carne de cerdo. Sin embargo, cada país
pone su sazón y sus recetas exclusivas para la noche del 24 de diciembre. Cada
nación tiene su sabor característico.
Argentina comienza su cena con huevos rellenos, melón con
jamón, las empanadas y los arrollados, para dar paso a su célebre asado. Brasil no
deja atrás su arroz y pollo a la brasileña para finalizar con un tronco de
Navidad. Bolivia degusta su picana, hecha con una
combinación de carnes de res, cerdo, cordero y pollo, vino blanco, ají, pasas y
verduras. En tanto, Colombia incluye los buñuelos y la natilla
en su mesa y Chile celebra con su pan de pascua y la cola
de mono: un ponche hecho con aguardiente, café, leche, azúcar y canela.
Cuba no
se queda atrás con el congrí y los chuchifritos,
como complementos del cerdo asado, y finalizan con flan al horno o con los
pasteles de ron.
En Ecuador se consumen
mariscos en salsa y, como postre, pristiños (galletas de
harina fritas bañadas con miel) acompañados de higos y queso. Honduras celebra
la Navidad también con sus rosquillas, hechas de maíz y cuajada bañadas con
miel de panela. Por su parte, las familias de República Dominicana acompañan
el puerco de puya con ensalada rusa y moro de gandules, que es arroz con
verduras, legumbres y leche de coco.
La cena de Navidad es uno de los
encuentros más importantes del año para las familias latinoamericanas.
Perú celebra en familia con pavo o un lechón acompañado con puré de
manzanas y arroz navideño, panetón y chocolate caliente. Panamá come
su pavo con miel de caña y salsa china. Puerto Rico incluye
en su mesa los pasteles de masa de plátano verde rellenos con carne de
cerdo guisada con papas y pimientos. Paraguay saborea su chipa
guasu, una especie de suflé salado hecho de maíz y queso, junto con su sopa
paraguaya.
Uruguay, por su parte, celebra con huevos rellenos, lengua
a la vinagreta y la parrillada. Mientras, Venezuela consume su
famoso pan de jamón, elaborado con aceitunas y pasas, así como con el asado
negro y las hallacas.
La cultura del maíz, presente en Navidad
Los tamales también hacen presencia en las cenas de Navidad, con diferentes ingredientes y tamaños. Costa Rica elabora su tamal tico a base de masa de maíz blanco condimentada junto con una variedad de legumbres y carne de cerdo con ciruelas pasas.
El Salvador acompaña el pavo horneado con tamales de gallina condimentados con salsa de tomate, aceitunas y especies. La expectación aumenta según avanza el calendario. Ya se acerca la Nochebuena y, con ella, la tan esperada cena en familia.
Guatemala hace tamales colorados o negros rellenos de pasas, ciruelas, aceitunas y también con pollo, cerdo o pavo, que son acompañados con una ensalada de zanahoria con pasas. México también cuenta con una amplia variedad de tamales que acompañan a los tradicionales romeritos con salsa de mole, hecha con hasta 40 ingredientes que incluyen cinco tipos de chiles secos molidos, caldo de pollo, nueces, polvo de camarón, chocolate, azúcar, sal y comino. Por su parte, Nicaragua luce en la mesa sus nacatamales hechos con masa de maíz, verduras, aceitunas, arroz y carne de cerdo o res.
Con esta
variedad de recetas y unos villancicos para acompañar, las cocinas en
América Latina estarán encendidas este 24 de diciembre para preparar uno
de los encuentros familiares más esperados del año.
Para poder celebrar todos juntos la Navidad, antes de que los seminaristas salieran para celebrarla con sus familias, en el bosque del Seminario (lleno de arboles de eucalipto) celebramos con los Obispos de Quito la Misa de Navidad.
He aqui varias imágenes de la celebración al aire libre en el Valle de los Chillos (Quito)Arriba el coro del Seminario y abajo los dos Obispos y demás celebrantes (un servidor está el segundo a la izquierda, con sombrero))“Un bebé
en un pesebre, aquí está la señal del comienzo del nuevo Reino”,
Esta
Navidad no podemos reunirnos en gran número en la comunidad para celebraciones
litúrgicas; no hemos podido reunirnos con los diferentes grupos que están
organizando fiestas y reuniones en este periodo. “Tendremos una Navidad de perfil
bajo”.
La
pandemia y el miedo derivado de ella han marcado directa o indirectamente la
vida civil y religiosa y parecen habernos paralizado. Este último año
2020, se ha caracterizado por el miedo: salud, economía e incluso
política. Todo parece haber sido volcado por este pequeño pero poderoso
virus, que anuló nuestros proyectos en poco tiempo y nos ha dejado
desorientados.
Sí, es un
gran desafío vivir sin miedo en nuestro mundo, un mundo con su dinámica que no
deja de alimentar tanta ansiedad. Los ojos del cuerpo ven todas las
razones del miedo.
Sin
embargo, los ojos del Espíritu ven las señales que Dios proporciona al hombre:
las señales de Su presencia, Su fuerza oculta, Su reino, que surgen dentro de
nosotros cuando le damos lugar. ¿Y cuáles son las señales que nos aseguran
que el Señor está a punto de comenzar Su Reino? No tendremos pruebas
tremendas y llamativas. No tendremos grandes señales. Nada aparecerá
que trastorne al mundo para probar el hecho. El Reino de Cristo Señor no
tiene nada que ver con el poder de César Augusto ni con manifestaciones
poderosas y visibles de fuerza. No es así como viene el Reino. Un
bebé en un pesebre es la señal del comienzo del nuevo Reino.
Pero es
una señal de que podemos dejarlo escapar fácilmente; podemos pasar sin ni
siquiera darnos cuenta porque estamos tan envueltos en nuestras ansiedades y
miedos. Cerramos nuestras mentes con tanta voluntad en nuestras
perspectivas humanas que no reconocemos la presencia de Dios; no damos
lugar a la fe en Él: “no había lugar en el hostal” (Lc 2, 7). El miedo nos
impide abrirnos, por lo que nos volvemos estériles en lugar de responder a
nuestro llamado a ser portadores de Dios.
Los
pastores del Evangelio aceptaron la invitación del ángel y se dispusieron a ver
y reconocer a Cristo el Señor en ese signo, en el niño colocado en un pesebre.
Jesús
vino a volcar nuestros pensamientos, a sorprender nuestras expectativas, a
sacudir nuestra existencia, a despertarnos de la ilusión de que todo es
conocido, todo está bajo control, que el desánimo es la única respuesta lógica
a la triste realidad de nuestro mundo.
Dejemos
que el Espíritu Santo nos guíe para reconocer una vez más, ante la adversidad,
el signo de su presencia en nuestra realidad. Debemos decidir si
limitarnos a mirar nuestra existencia en el mundo de hoy, con su lógica de
poder y miedo, o ser capaces de mirar con los ojos del Espíritu para reconocer
la presencia del Reino entre nosotros. Debemos decidir si dejar lugar a la
frustración y las dificultades del mundo o hacernos capaces, a pesar de todo,
de la alegría y el amor. ¿Qué ven nuestros ojos hoy? ¿Qué
presencia? ¿Somos como pastores capaces de ir más allá de las apariencias
y reconocer la obra de Dios en el mundo?
Nuestro
llamado es convertirnos en un signo a su vez. Lo que ven nuestros ojos es
lo que nuestra vida anuncia concretamente. Si vemos con los ojos del
Espíritu, también tendremos una vida rica en Espíritu y, por tanto, fructífera.
Si decidimos celebrar la Navidad también este año es porque creemos que Cristo nació y está presente. Ahora nos corresponde a nosotros convertirnos en un signo de gran gozo, el gozo de Emmanuel - Dios con nosotros - y ser testigos de este gozo “en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra ” (Hechos 1,8 ).
+Pierbattista Pizzaballa. Patriarca de
Jerusalén. Navidad 2020